A nivel usuario, la inteligencia artificial parece haber quedado reducida a rapiñar vilmente la obra de Hayao Miyazaki para tener nuestros selfies "ghiblizados", para hacer vídeos de Tyrion Lannister manteniendo relaciones sexuales con Shrek —doy fe de la existencia de semejante aberración gracias a mi algoritmo de Instagram— y para tener a medio mundo gritando "Tralalero Tralalá" y "Brr Brr Patapím" de forma inconsciente mientras friega los platos.
Pero a nivel industrial, la IA no es que haya llegado para quedarse, sino que lleva ya una larga temporada empleándose como herramienta en producciones de todo tipo. No obstante, su evolución exponencial en términos de efectividad y calidad de los resultados obtenidos la están convirtiendo en una herramienta —y esta es la palabra clave— cada vez más indispensable en ciertos procesos dentro de la industria cinematográfica.
Más y mejor, pero con cuidado
Durante la conferencia de resultados de Netflix del primer trimestre de 2025 —vía IndieWire—, Ted Sarandos, mandamás de la compañía, ha defendido el uso de la inteligencia artificial, asegurando que puede ayudar a que las películas y series sean no sólo "un 50% más baratas", sino "un 10% mejores". Más allá del potencial exabrupto sobre el ahorro de costes, no puedo evitar darle la razón sin perder mi posicionamiento como férreo detractor de la variante generativa de esta tecnología.
Sarandos hizo referencia a las palabras de James Cameron, que defendió el potencial ahorro derivado de la utilización de IA, para reforzar su idea:
“Hay muchísimo entusiasmo en torno a lo que la IA puede hacer por los creadores de contenido. Yo también leí ese artículo sobre lo que dijo Jim Cameron sobre hacer películas un 50 por ciento más baratas. Yo sigo convencido de que hay una oportunidad aún mayor si conseguimos que las películas sean un 10 por ciento mejores. Hoy en día, nuestro talento está utilizando herramientas de IA para referencias de sets, previsualizaciones, preparación de secuencias VFX, planificación de rodajes... Todo tipo de cosas que, en general, mejoran el proceso”.
Y ahí, precisamente, está la clave: en mejorar y agilizar procesos que hagan más fácil el día a día de los artistas y los técnicos. Por ejemplo, tareas que son un auténtico dolor de muelas como crear máscaras o rotoscopados pueden traducirse en experiencias mucho más rápidas, llevaderas y eficientes que, tal y como apunta Sarandos, ahora también serán accesibles para proyectos con presupuestos más bajos.
"Tradicionalmente, solo los proyectos con grandes presupuestos podían acceder a efectos visuales avanzados, como el rejuvenecimiento digital. Hoy, gracias a estas herramientas potenciadas por IA, los proyectos de menor presupuesto también pueden acceder a grandes efectos visuales en pantalla”.
Para ilustrar mejor esta idea, el CEO de la Gran N del streaming utilizó como ejemplo a Rodrigo Prieto, que ha debutado en la dirección con 'Pedro Páramo', en la que usó una herramienta llamada Vanity AI para rejuvenecer digitalmente a sus personajes; un proceso que abordó de una forma más rudimentaria cuando sirvió de director de fotografía en 'El irlandés' de Martin Scorsese.
“De hecho, todo el presupuesto de [El irlandés] era más o menos lo que costaron los efectos visuales . Así que tenemos al mismo creador, usando nuevas herramientas, mejores herramientas, para hacer algo que habría sido imposible hace cinco años — eso es increíblemente emocionante. Así que nuestro objetivo es sencillo: encontrar formas en las que la IA pueda mejorar la experiencia tanto del creador como del espectador”.
Ahora bien; para llevar esto a la práctica de una forma ética y responsable, en primer lugar debemos diferenciar drásticamente la IA como herramienta de apoyo o de agilización de procesos audiovisuales de su vis como elemento "generativo" que sustituya a golpe de prompt a, por poner algunos ejemplos, artistas de voz, ilustradores o diseñadores 3D. James Cameron, de hecho, ya sugirió que, bajo su punto de vista, la integración de la inteligencia artificial y los procesos no se traduciría en despidos.
"Esto no va de despedir a la mitad del personal de una empresa de efectos visuales. Se trata de duplicar la velocidad de ejecución de cada plano, de que el ritmo sea más rápido y el ciclo de trabajo más ágil, y que los artistas puedan pasar a hacer cosas nuevas e igual de alucinantes".
He ahí la clave: no reducir puestos de trabajo sino tiempos de producción. En la industria audiovisual el tiempo es dinero, y poder recortar jornadas en la elaboración de un plano que puede igualar —o mejorar— los niveles de calidad previos gracias al apoyo de la IA no debería derivar en recortes de personal, sino en el incremento del volumen de producción o, incluso, en unas mejores condiciones en las que el crunch deje de ser una realidad.
Por desgracia, todos sabemos cómo funciona la trituradora de trabajadores que es la maquinaria capitalista, así que detrás de estas ideas soñadoras e idílicas seguramente se escondan un buen puñado de señores con corbata y maletín que se frotan las manos mientras piensan en una escabechina de currantes que les permitirá ahorrarse unos cuantos sueldos gracias al último milagro tecnológico de turno.
Aunque no puedan estar más equivocados, porque confío en que el factor humano va a seguir siendo clave, es necesaria una regulación de los estatutos de los trabajadores sujetos al uso de la IA para su mayor protección. Si se consigue blindar esto, el futuro puede antojarse de lo más prometedor con esos porcentajes de los que habla Sarandos convertidos en una realidad que, a día de hoy, no parece demasiado descabellada.